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Carlos Alsina recuerda la anécdota que vivió en el entierro de Lola Flores

Ficha técnica


Fecha 27/11/2023
Parte 3
Duración 00:30:58
Sonido Totales
Edición Editado
Localización Madrid
Firma Europa Press

Los Reyes entregan del Premio de Periodismo "Francisco Cerecedo" al periodista Carlos Alsina. Durante la cena de su XL edición, la Reina Letizia y el Rey Felipe atienden a los discursos de los diferentes presentadores del acto. El Rey Felipe VI le estrecha la mano a Carlos Alsina y le entrega el premio. Los dos sonríen ante el resto de invitados y el periodista le comenta algo al oído al rey antes de dirigirse a la palestra para dar su discurso de agradecimiento. Carlos Alsina recuerda la anécdota que vivió en el entierro de Lola Flores: "acabé introduciendo aquel utilitario, justo entre el coche con las coronas de flores que abría el cortejo, y el coche mortuorio con la faraona. así quedó conformada la cabecera: florista, Alsina, Lola. Vivo, vivo, no viva. Fue la única vez en la carrera en la que me sentí, en verdad, pionero". También nombra a Isabel Pantoja en su discurso al hablar de la batalla de Waterloo: "Durante décadas, los ricos europeos sonrieron con los dientes de otros. Tenacillas para arrancarte los dientes uno a uno, eso es Waterloo. Cuéntese con la mejor de las sonrisas, dientes, dientes, esto es de la Pantoja me ha dicho Rosa, dientes, dientes, aunque sean completamente falsos". Comenta cómo el psicólogo de su bachillerato le desaconsejó ser periodista: "muestras interés por las letras, la literatura te interesa, la actualidad te interesa, los medios de comunicación, las noticias. 'Bueno, pues el tuyo es un caso bastante claro: tienes que estudiar la carrera judicial'. Y yo le dije: ¿para ser periodista? Me dijo: '¿tu eres tono? Por favor, qué vas a ser periodista y arruinar tu vida. No hombre, no, para ser juez'. 'El periodismo es de pobres' me dijo". Para terminar, recuerda la importancia del desarrollo de la inteligencia artificial y da un aviso a sus compañeros: "celebremos el estado, sea el que sea, de nuestro oficio antes de que la inteligencia artificial acabe con todos nosotros porque está próximo el día en que el premio Cerecedo será concedido a un algoritmo". El Rey Felipe VI saluda a las autoridades y confiesa estar dudoso, mientras ríe, por si se ha equivocado al nombrar a una de ellas: "Ministra de vivienda y agenda urbana, ¿no me he equivocado de cartera, no, ministra?". Dedica unas bonitas palabras a Carlos Alsina, alabándole como un gran profesional de la comunicación: "Alsina representa la distancia crítica, la búsqueda de la verdad sin dejarse vencer por la complacencia hacia sus interlocutores, ni por el temor a incomodarles, unido a un análisis riguroso de la información desde diferentes perspectivas. Destaca en él el trabajo a conciencia, exhaustivo, meticuloso, firme en el propósito de otorgar al oyente una visión lo más amplia posible que le permita formarse su propia opinión". Discurso de Carlos Alsina: Majestades, autoridades, autoridades periodísticas de mi país. Es usted pariente de la difunta? Me preguntó el guardia. No, no, le dije, yo estoy aquí en misión informativa. Y él dijo: ya, ¿ve aquel panteón? Pues gire ahí a la izquierda y se sale de la comitiva. Se había muerto Lola Flores el día antes y en la Almudena esa mañana la enterraban. Yo había terminado de presentar mi programa de radio y me ofrecí para hacer de conductor de la unidad móvil porque el redactor que estaba asignado había vuelto a suspender el práctico. La llamábamos 'unidad' porque solo teníamos esa y móvil porque es verdad que se movía aunque carecía de cualquier elemento tecnológico pero lucía un logotipo enorme en el capó que ponía 'Radio voz'. Al acceder aquella mañana al cementerio, no por audacia sino por torpeza, acabé introduciendo aquel utilitario, justo entre el coche con las coronas de flores que abría el cortejo, y el coche mortuorio con la faraona. Así quedó conformada la cabecera: florista, Alsina, Lola. Vivo, vivo, no viva. Fue la única vez en la carrera en la que me sentí, en verdad, pionero. Hasta entonces, la reina lo sabe, habíamos visto a los reporteros americanos empotrados con los marines en Iraq, pero el nuestro, era el primer medio de comunicación empotrado en un cortejo fúnebre. Con los años, se haría costumbre que los medios integraran todo tipo de séquitos, mayormente políticos, bien para sacar en procesión al líder por el que beben los vientos, bien para acompañar en su duelo al líder abatido, a la última noche electoral me remito. Mi gozo de aquella mañana por la intrepidez funeraria que yo había demostrado, avanzaba compacto el pelotón de cabeza cuando el guarda municipal me dio el alto y me dijo: '¿es usted pariente de la difunta?' y luego hizo un movimiento inequívoco con el dedo. Cuando yo ya reanudaba la marcha, pronunció esta frase 'primera cita de la noche', dijo el guardia. 'El cortejo no es de periodistas'. Pronto entendí que al extirparme de aquella escudería, me salvó de una suplantación bochornosa: la de aquel que teniendo que ser solo testigo, actúa como miembro de la comitiva. Me vacunó para siempre de la atracción por lo grupie, por los clubes de fans, y por los orfeones. Y por eso hoy, cada día que tengo sentado en mi estudio a un ministro o ministra, o aspirante, y me asalta la tentación de bailarle el agua, suena en mi cabeza la frase del guardia que dice 'el cortejo no es de periodistas, Alsina' y yo no bailo. Desde hoy, también resonará la voz de cuco Cerecedo recordándome que el periodismo español aportó a la cultura universal, hace más de un siglo, un género autóctono, que es el del elogio a la autoridad competente. Y a la incompetente también porque no discriminamos. El género reclinatorio, Cuco, el elogio, es una flor que crece en las ásperas laderas del poder y crea adicción. Comienza como un vino que embriaga ligeramente y termina entregando as sus protagonistas a la frenética necesidad de inyectarse la amapola de la adulación en vena. Obsérvese que no es el adulado el que se inyecta, sino el que adula. Encontró Cuco un ejemplo inalcanzable de amapolocracia en un diario de Oviedo que informó a sus lectores de que don Pelayo se había aparecido al en un caballo al lado de Francisco Franco y no contento con ello de que al otro lado, en otro caballo, se apareció la virgen de Covadonga. Era información, no milagro. Esta noche saldré de aquí investido del Cerecedo y dispuesto a intentar alguna vez, rozar su ingenio par ale manejo de nuestras mejores armas, que son: la ironía, el sarcasmo, la distancia y la irreverencia. En el cuadragésimo aniversario de este premio, asumo el compromiso de intentar parecerme a quien le da nombre Cuco Cerecedo, libre, honrado, crítico. Mi disposición natural a cuestionar los argumentos de los gobiernos, y dado que el gobierno es un premio que el jurado le concede, me llevó al conocer el fallo de este jurado, queridos miembros, me llevó a intentar desmontar los argumentos que utilizabais. Decía: algo encontraré que no compadezco hoy para confesar que he fracasado, no encontré nada que objetaros. Ni si quiera, que al hablar del profesional premiado con un galardón periodístico, destaquéis su talento para la ficción. Sonora, sí, pero ficción. Admito que puede resultar chocante que un premio de periodismo ensalce el fingimiento, digo que puede resultar chocante para quien no conozca mucho el periodismo. La ficción, es uno de nuestros músculos creativos más fecundos. Somos creadores, con media frase cazada al vuelo en el congreso hacemos dos páginas de crónica, una columna de opinión y dos o tres tertulias. Creamos y, además, nos cunde. Y así llevamos le pan a casa, para poder seguir salvando cada día la pluralidad de la España diversa, dispar, múltiple, variada, mezclada, distinta, suelta, heterocomarcal, dispersa y promiscua. Objetaría, si acaso, al jurado esto de mi pericia como entrevistador. Me atribuís méritos que no son míos. Es conocido que, la frase que mayor eco, la pregunta que mayor eco tuvo en una entrevista mía, no la hice yo, fue Rajoy quien dijo: ¿y la europea? Era él quien me entrevistaba a mí. digo que esta es la pregunta que más eco ha tenido de una entrevista mía porque lo de Sánchez nunca fue una pregunta. Waterloo debe su fama al duque de Wellington porque es el lugar donde pasó la noche previa a la batalla. De haber sido el mariscal prusiano () quien lo bautizara, este episodio histórico no se hubiera llamado Waterloo, se habría llamado: la hermosa alianza. Era el nombre de la taberna en al que se reunieron ambos militares. Waterloo o la hermosa alianza. Además de la taberna, había una granja llamada Santa Haya, que era vista como una línea infranqueable. Nadie había visto oportuno cruzar esa línea. Napoleón lo hizo, cruzó la línea y se sintió victorioso. Creyó estar cambiando para siempre su propia historia. No cuento cómo terminó la batalla porque igual no habéis visto la película. Dejó dicho Wellington que, después de una batalla perdida, nada hay más triste que una batalla ganada. A mí me contó un dentista que en el gremio, a los implantes dentales, hay gente en el gremio que los llama todavía 'dientes de Waterloo'. Y la historia es que había saqueadores que por lo visto, tenían unas tenacillas terminaba la batalla, iban arrancándole los dientes a los soldados caídos para luego vendérselos a poderosos desdentados. Durante décadas, los ricos europeos sonrieron con los dientes de otros. Tenacillas para arrancarte los dientes uno a uno, eso es Waterloo. Cuéntese con la mejor de las sonrisas, dientes, dientes, esto es de la Pantoja me ha dicho Rosa, dientes, dientes, aunque sean completamente falsos. John F. Kennedy, que otra cosa no, pero le sacó mucho partido político a una sonrisa, dio un discurso a los editores de prensa, unos meses antes de lo de Dallas. Esto lo encontré preparando la ficción que emitimos la semana pasada, 'reasesinando a Kennedy', se llama. Le dijo a la prensa: ningún gobierno debería temer el escrutinio de los medios, porque ese escrutinio sirve para que la sociedad conozca sus argumentos. Ningún presidente debería temer la controversia, al revés, debería agradecerla. Sin debate, sin crítica, no hay democracia que sobreviva. Tampoco os hagáis muchas ilusiones, colegas, que el resto del discurso era Kennedy metiendo presión a los editores de prensa fomentando la censura en sus editores en aras de la razón de estado. Ahora entendéis por qué tantos gobernantes tienen a Kennedy en un altar. Copio a Martin Baron esto que le respondió a Donald Trump cuando el entonces presidente de los EEUU acusó al Washington Post de combatirle insanamente: no estamos en guerra, presidente, estamos trabajando. Copio a la torre, es nuestro trabajo. Fiscalizar es una parte de nuestro trabajo, no por amargarle la mañana a nadie. Nos mueve el simple y radical apego a la verdad, la verdad frente a la manipulación, la verdad frente a la distorsión, la verdad frente a los cambios de opinión. Nos mueve el valor que le damos a la palabra dada, a la coherencia y a la memoria. Lamento defraudar a quienes piensan que todo es relativo. Mantener la palabra dada no lo es, la coherencia no lo es, el compromiso, no lo es, la mentira sobre nuestra historia reciente, muy reciente, seguirá siendo mentira aunque ahora le abrace quien dice velar por nuestra memoria histórica y democrática. La mentira sigue siendo mentira aunque nos la hagan pasar por nueva verdad quienes saben que es mentira. Palabra, coherencia, memoria y compromiso. Esta es mi tierra firme. Parafraseando a Orson Wells en el guion de 'Sed de mal', todo esto es tan antiguo, que hoy resulta nuevo. Yo no estaría hoy aquí de no ser por el equipo de mi programa, que es quien pica piedra para que yo sea presentador, haga lo que pueda por lucirse. No estar aquí de no ser por los colaboradores brillantes que han mejorado y siguen mejorando mis programas. El camarada Amón, premio Cerecedo, Rubén Amón. Tantos años ya, tantas horas de vuelo compartidas, sorteando el fuego de las baterías antiaéreas. Rosa, Pilar, Marta, Rafa, Dani, y el profesor, y David, que me permitió crecer a su lado, y Manuel, que sigue siendo insustituible. Y Sergio aquí presente, y los culturetas. No estaría aquí hoy de no ser por el magisterio de Fernando Ónega y de Pilar Cernuda y de Javier González Ferrari y de Antonio Casado y de Raúl del Pozo. No estaría aquí por los colaboradores nada brillantes que he tenido también en mis programas. A su lado, parecía mejor de lo que era. No, no me pidáis nombres. Y no estaría aquí si no fuera porque tengo detrás a una cadena de radio, Onda Cero, mi casa, y un grupo de comunicación, Atresmedia, que me permiten decir cada mañana lo que pienso en plena libertad. De hecho, no estaría ni aquí ni allí si no fuera así. Mirad, en el bachillerato teníamos a un psicólogo que nos orientaba. Nos hacía unos test y luego nos decía qué carrera es la más indicada. Yo compadecí allí el día que me tocaba, cogió mi expediente así, miró los test que me había hecho y dijo: muestras interés por las letras, la literatura te interesa, la actualidad te interesa, los medios de comunicación, las noticias. 'Bueno, pues el tuyo es un caso bastante claro: tienes que estudiar la carrera judicial'. Y yo le dije: ¿para ser periodista? Me dijo: '¿tu eres tono? Por favor, qué vas a ser periodista y arruinar tu vida. no hombre, no, para ser juez'. 'El periodismo es de pobres' me dijo. Me dijo ¿tú sabes lo que le pagaban a Carl Mar cuando hacía de corresponsal en Londres? Le pagaban una miseria. Si le hubieran pagado bien, nunca hubiera inventado el comunismo. Hombre, visto así. Tú estudia para juez, que son menos que periodista y además, tienen más reputación. Era otra época de nuestra historia. Un momento en que a los jueces solo les molestaban los delincuentes, nunca estudié la carrera judicial. Hice periodismo, arruiné mi vida, y no hay día que no tenga que estudiarme alguna sentencia o que emitirla. Tampoco tuve nunca vocación de cura y ahí me tenéis cada mañana a las ocho dando un sermón. Termino evocando a Raúl del Pozo. Raúl del Pozo celebró, en este mismo acto, hace treinta y cuatro años, que la religión estuviera siendo sustituida por la política. Temo que hoy la política está siendo sustituida por la religión política y el periodismo a secas, por el periodismo confesional. Los argumentos, ceden su espacio a las creencias, a las emociones, a los impulsos. Te dicen: puede que no sea así pero yo así lo siento. Te dicen 'no intentes confundirme con los hechos, yo creo en lo que creo". En el mundo gobernado por la religión política, mandan los signos, se cultivan los mitos y velan sus armas los caudillos. Esta frase es de Cerecedo, 1977. A la política travestida en religión, esto ya es de hoy, no le basta con la pugna racional entre opciones distintas, requiere de estar librando cada día un combate terrible entre el bien y el mal. Los inmaculados frente a los turbios. La salvación frente a las tinieblas, o en términos bíblicos tan propios de esta etapa nuestra de evangelización agotadora: las fuerzas de la luz contra el ejército tenebroso del caos, Ave María, purísima, cabalga

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